Hace mucho tiempo que se considera que el precio del cobre es un indicador del estado de la economía mundial tan fiable como la conductividad de este metal. Aun así, esta fama -que nunca ha sido basta justificada- ha quedado hecha añicos. El precio del cobre se desploma y queda claro que, como indicador, dice mucho la China, pero muy poca cosa del resto del mundo.
La China consume aproximadamente el 40% de la producción mundial de cocer, pero no la destina toda directamente a la industria o a la construcción. Las empresas chinas también han utilizado el cobre como garantía para obtener préstamos de monedas fuertes: “comprar, almacenar, cubrir y empeñar”, en palabras de un operador, hecho que ha conducido a una acumulación de excedentes. Así pues, las existencias superan en mucho las necesidades de los usuarios del metal y cualquier cambio en las condiciones que han provocado esta acumulación puede tener unos efectos considerables sobre el precio. Lo indica el hecho que, cuando se retarda la economía china -como parece que está pasando actualmente, con seis meses consecutivos de debilitamiento de la actividad industrial-, se incrementan las existencias. CRUDO, una empresa que se dedica al análisis de mercados, afirma que el mercado del cobre generará este año un excedente cuatro veces más grande del que había estimado anteriormente y la producción prevista superará la demanda en 140.000 toneladas.
Dado que los datos procedentes de la China son considerablemente opacas, resulta difícil juzgar la salud de la industria consumidora de cocer del país asiático. Si se produjera una recuperación y volviera el crecimiento a lo largo de este año, la demanda de este metal podría reavivar. Aún así, también hay otros factores que condicionan el precio del cobre a la baja. Uno es la cautela creciente de los acreedores, después de que al mes de marzo se produjera la suspensión de pagos (la primera desde los años 90) de las obligaciones emitidas por una empresa china. En un momento en qué en los bancos los preocupa que sus clientes los puedan pagar las deudas, las empresas chinas tienen más dificultades a la hora de obtener crédito. Por este motivo, algunas se ven obligadas a vender sus existencias de cocer con objeto de alcanzarse de efectivo.
Otro factor que tiene una cierta influencia es que los organismos reguladores chinos persiguen las empresas que especulan con sus reservas de cocer. Joel Crane, del banco de inversión Morgan Stanley, aduce que las autoridades quieren combatir “la estructura bancaria paralela” que sirve a las empresas para esquivar los controles a que están sometidos los préstamos de monedas fuertes. Hace tiempo que los importadores chinos obtienen financiación con cartas de crédito emitidas por bancos para importaciones de primeras materias, para después destinarlo a otros fines. A mediados de 2013 entró en vigor una reforma que obligaba las empresas que tuvieran cocer como garantía a almacenarlo al resto del territorio en lugar de en depósitos aduaneros, hecho que hizo aumentar el coste del almacenamiento.
Al mercado del cobre se teme que la situación se pueda descontrolar fácilmente. De todas maneras, es más probable que se produzca una corrección progresiva de las posiciones que no un hundimiento. Goldman Sachs señala que a las autoridades chinas no los interesa acabar completamente con los acuerdos para financiar primeras materias; es más sensato limitarse a incrementar los costes de cobertura y almacenamiento de las empresas que especulan con estas mercancías. Stephen Briggs, de BNP Paribas, otro banco, apunta que “los pocos centenares de miles de toneladas” con los cuales se subscriben estos acuerdos no son más que una pequeña parte de un mercado de 20 millones de toneladas.
Posiblemente estos miedos que predominan en la China no han hecho más que acelerar un cambio en cuanto a la percepción del cobre: del déficit crónico al excedente. Este cambio es debido a la inminente llegada de más metal este año y el año próximo procedente de nuevas minas situadas en lugares como por ejemplo Mongolia, el Perú y México. Si bien los especuladores vienen y se van, al menos el cobre, a diferencia del oro, cuenta con la tranquilidad de tener un abanico de aplicaciones de lo más amplio.