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Defendiendo la democracia

Una palabra de sólo cinco letras abre hoy nuestra portada: ‘choque’. El choque entre Alemania y Grecia escenificado ayer en la rueda de prensa celebrada en Berlín entre los ministros de Finanzas de los dos países. Una rueda de prensa dura, nada diplomática, muy propia de los tiempos de emergencia social que vive Grecia y de la impasibilidad germánica, y que proporcionó un momento de enorme intensidad política y simbólica. A Berlin, en territorio alemán, el ministro griego se expresó en estos términos.

Al atardecer, miles de griegos se concentraron ante el Parlamento acabado de constituir.

Sobre Grecia, hemos repetido que sus cuentas públicas serien mucho mejores si hicieran pagar impuestos a todos los ricos, y para no entrar en más detalles, digámoslo así: que la crisis griega tiene, inicialmente, causas griegas, agravadas ahora por la dureza de la solución europea.

Tanto en las palabras del ministro de finanzas griego como en la gente a la calle ante su Parlamento en la plaza Sintagma baten dos pulsiones: la de no empujar un país hacia la desesperación, la de proteger la democracia de sus enemigos –los nazis, por ejemplo–. Y otro, igual de importante: el de reconocer la soberanía popular de los griegos como fuente de legitimación de las políticas que se los aplican. Y en este sentido, concentrarse ante el Parlamento es subrayar la propiedad de la soberanía.

La posición griega es perfectamente comprensible. Estas dos pulsiones, proteger la democracia y subrayar la soberanía, son propias de cualquier pueblo moderno. Por eso se encuentran en la base del proceso en Cataluña. Las hemos visto aquí, hemos experimentado en Cataluña la conciencia clara que no se había respetado la democracia con ocasión de la sentencia del estatuto y que éramos objetos de un trato político, fiscal, cultural que a golpes entraba dentro de la humillación.

Ahora que parecen lejos la 11-S o el 9-N con su explosión de coraje pegadizo, ahora que el proceso parece hibernar víctima de los rigores preelectorales, nos permitimos afirmar que la profundidad de la reclamación de buena parte de Cataluña en defensa de la democracia y en la reclamación de la soberanía continúa latente. Continúa latente porque es sólida en sus razones y práctica en sus demandas. En Cataluña no será posible un giro social y político sin un giro nacional.